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La Ciudad  ·  2020-09-09 18:00:00

La capilla Buffo, uno de los mayores monumentos al amor de todos los tiempos

Una historia de pasiones, tragedias, sacrificios y ciencia, que se esconde en un rincón de las Sierras de Córdoba.

El paisaje urbano de la ciudad de Unquillo va quedando atrás, el camino se vuelve cada vez más pedregoso y, por delante, sólo se ven las sierras de Córdoba. 

Algunas pocas casas decoran el recorrido y el cruce con la ruta provincial que lleva a la reserva natural Los Quebrachitos es el último vestigio de urbe antes de emprender el trayecto final. Un cartel indica que solo faltan tres kilómetros, girando a la derecha. Más piedras, más árboles, más naturaleza. Hasta que, casi por sorpresa, en medio de ese desolado escenario se levanta una de las construcciones más interesantes y misteriosas de nuestra provincia: la casa y capilla Buffo.

Es curioso pensar que, 92 años atrás, sin rutas ni comunicación, en un lugar donde todavía era impensable la luz eléctrica o el agua corriente, un hombre venido del otro lado del océano pudiese haber levantado uno de los mayores monumentos al amor de todos los tiempos.

El amor y la tragedia en la vida de los Buffo

¿Cuántas veces habrá cruzado Guido Buffo el arroyo que serpentea frente a lo que alguna vez fue su hogar? El europeo llegó al país desde la ciudad italiana de Treviso, en 1910. Desde el comienzo eligió las sierras de Córdoba para desarrollar su vida. Una escena muy diferente a la que estaba acostumbrado, ya que estudió en grandes ciudades como París, Turín y Venecia. 

Cuatro años habían pasado desde su llegada cuando conoció a quien sería su primer y último amor. Leonor Allende, una periodista cordobesa de importante apellido, se transformó en su esposa en 1914 y el 25 de junio de 1917 nació la única hija de la pareja, Eleonora.

Sin embargo, el destino les depararía algunos años de enfermedad y sufrimiento. Ambas mujeres fueron diagnosticadas con tuberculosis, por lo que Buffo no dudó en construir una casa en medio de la naturaleza para mejorar la calidad de vida de sus grandes amores. 

En 1931 tuvo que atravesar la dura muerte de su esposa Leonor y diez años más tarde la de su hija Eleonora. Desconsolado por la pérdida de su familia, el hombre tomó sus conocimientos como pintor, escultor, músico, astrónomo, inventor, sismólogo, científico, educador, filósofo, escritor e investigador de Botánica y Zoología, e inspirado por el paisaje que lo rodeaba, comenzó la construcción de una cripta familiar.

Una verdadera obra de arte y ciencia

A unos 35 escalones por encima de la casa, sobre una base circular, se elevan cuatro columnas que sostienen una cúpula de forma ojival y en conjunto componen la Capilla Villa Leonor. La construcción cuenta con una gran acústica interior, mientras la luz, que ingresa por orificios ubicados en el techo, destaca las pinturas que decoran el interior según la rotación del sol. 

La bóveda está cubierta por frescos renacentistas que representan el cosmos y pasajes de la vida de las difuntas mujeres. En el piso, un dibujo de nubes simulan una alfombra y algunas incrustaciones de bronce grafican los planetas y estrellas en la posición exacta cómo estaban en el momento de la muerte de Eleonora.

Además, desde el techo cuelgan tres péndulos, entre ellos el de Foucault, que solía utilizarse para detectar los movimientos sísmicos. En el exterior se leen las notas de la Quinta Sinfonía de Beethoven y la oración de Jesús en el huerto según San Mateo.

Nueve años tardó Buffo en terminar su creación y varios más necesitaría para trasladar los cuerpos de quienes fueron la razón de su vida y se convirtieron en musas inspiradoras después. Guido murió en 1960. Los restos de los tres integrantes de la familia reposan en el lugar, que aún hoy huele a amor y tragedia. La capilla es, en síntesis, una obra de arte que repleta el alma, y a la vez la llena de vacío.

Una historia que aún conmueve

La historia de amor y tragedia de esta familia europea-cordobesa aún hoy conmueve a los turistas, que se acercan al lugar, transformado en Casa Museo, que guarda mobiliario, objetos originales y recupera creaciones literarias, investigaciones y obras de arte de sus antiguos habitantes, tres personas de elevada sensibilidad e intelecto.

Además de la visita guiada, el paisaje sirve de escenario para realizar actividades holísticas, o simplemente disfrutar de un momento de oración y meditación. También se realizan actividades artísticas para niños, reconocimiento de flora y fauna de la reserva, entre otros atractivos.

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